El gallo pituco


Bajaron aproximadamente nueve personas, por el pasadizo caminaba una fémina con piel de capulí, perfume de retama y cabellos espesos, ella se sentó a mi lado, pues había bajado mi compañero de asiento. El ómnibus continuó.

A las afueras de la ciudad se escuchaba entre el ruido del ómnibus un canto sordo de un gallo. Lo que me hizo recordar cuando mi madre me dijo:


-Romeo, dile al señor que está vendiendo pollos que se acerque. Mamá compró una docena de los cuales solo sobrevivieron cinco entre ellos pituco, era un pollo flaco y enclenque por eso era el consentido de mamá, cuando ella iba al campo lo llevaba en su rebozo junto con su quipe, Pituco sacaba la mitad de su cuerpo y se movía al compás de los pasos de mamá, las personas que lo miraban decían: ¡ese gallo pituco!, con este apelativo se quedó. Los demás pollos fueron sacrificados o vendidos, Pituco se quedó como el gallo del corral ahora era un gallo gordo, la piel de sus patas parecían escamas con pitones gruesos. Cierto día el gallo del vecino “el gavilán” había entrado al corral y Pituco tenía que demostrar quién era el galló del gallinero, pelearon hasta el cansancio, Pituco se encontraba encima del gavilán (campeón del coliseo “El pitón de Oro”), fui avisar al vecino Roberto, él quedó perplejo por lo que había sucedido. Quiso comprar al Pituco pero mamá se opuso, a mí, me hubiera gustado ver al pituco verlo pelear en el coliseo.