Semblanza: a una gran mujer, mi maestra María Piedad Florez

Prof. María Piedad y la autora de esta semblanza.





Escribe: 

Ceci Paredes Galvez


 Todos los grandes y exitosos profesionales, por muy alto que hayan escalado, tuvieron un maestro en su camino que los forjó. Hermosa labor ésta de formar, conducir y propiciar ciudadanos de bien. La escuela primaria 112, en la provincia de Cajabamba, tuvo el privilegio de tener en su plana docente a la señora María Piedad Flores de Vasquez, "Mapy" para sus amistades, pero su nombre tenia que ser mencionado completo y con toda su alcurnia cuando hacía referencia a la dedicada y brillante maestra de escuela. 

Tuve la honra de ser su discípula. Debo a ella los trazos de mi caligrafía, mi impecable ortografía, mi comprensión lectora, mis dotes artísticos y todas las lecciones, no sólo académicas, sino de vida que nos instruyó en esa pequeña aula, que era su reyno. Cuando ya habían pasado los años y nos hemos encontrado con las compañeritas de la promoción de primaria, nos decíamos " ¡Chicas! revisión de cuadernos!!, ¡chicas! revisión de zapatos, de medias, de cuellos, de uñas, de cabello y de todo. La pulcritud, buena apariencia y presentación en nuestra persona nos la impuso desde pequeñas. La infancia es pues, donde se impregnan los hábitos y nadie como la maestra de nuestra primariosa infancia, para quedar perenne y constituír gran porción de nuestra forma de conducirnos en la sociedad.

La maestra María Piedad, no tenía nadita de piedad con cuadernos borroneados o ajados, con palabras mal escritas o mal leídas, con niñas apocadas, vergonzosas o amilanadas. " - Derechitas, barbilla arriba, pasos firmes!! ¿van a estar caminando con pasos tristes? ¡sonrían!¡saluden! así estén tristes, enojadas o preocupadas, la procesión por dentro, no se anda por el mundo dando pena!". Poseía un temple admirable, asi como un corazón de oro, a pesar de su férrea rectitud, tuvo siempre el talento de sabernos corregir sin lastimarnos, de enderezarnos sin quebrarnos, de tal forma que, así como la respetábamos, inevitablemente la íbamos queriendo por toda su entrega, dedicación y pasión, puesta en nuestra formación.

Los viernes nos revisaba los cuadernos, los resúmenes y notas de toda la semana en las diversas materias. Nos llamaba por orden alfabético con la.pila de cuadernos hasta su escritorio, allí te miraba cada hoja, mientras nuestras frentecitas se perlaban de sudor por el miedo a fallar. Ya sabíamos que si estaban borroneados o con letras ininteligibles, esquinas dobladas, nos arrancaba implacablemente las hojas y había que pasar en limpio todo; los títulos bien subrayaditos, letra de inicio de oración con lapicero rojo, las mayúsculas con esas patitas largas y curvilíneas de la hermosa letra Palmer.

 ¡Huy! de sorpresa, sin prepararse ¡Ahora toca percentil! Cien palabras rebuscadas donde podamos distinguir la S de la C, o la Z; la B de la V, la G de la J, etc. dictadas con una perfecta dicción pues las palabras ya nunca me sonaron igual desde que yo, alelada miraba a mi maestra decir: -"Bishcochuelo"- era con Z pues, cuando ella siseaba con suavidad era la Z !, la S era con un siseo intenso ¡Susanita! decía, luego la C algo mas suave que la S, pero mas concisa que la Z.

 Ahora dictaba: - Bribonzuelo, zigzagueante, sesión, quesillo, azúcar!! Tengo que hacerlo perfecto decía yo, aunque sea unas 10 bien, pensaban otras. Me encantaba mirarla cuando dictaba, era como un reto entre ella y yo. Ya le agarré el truco sonreía yo, victoriosa, a veces 100 de 100, a veces 98/100, a veces 95, nunca menos!! Iba en la 99 en un extenso percentil ya en sexto grado, yo sabía que esas 99 estaban escritas correctamente y dicta: - ¡Herbívoro! sus ojazos negros sobre mí, parecían reír, me ha vencido otra vez.

 Escribí las B, V invertidas.

Su voz resuena aún en mis oídos, mientras paseaba entre las carpetas, toda ella.

Es que de la maestra María Piedad, también aprendimos que una mujer debe ir combinada, que la educación te diferencia de los que por X motivo no tuvieron formación, que los accesorios hay que saberlos usar, que el cabello siempre debe lucir brillante y limpio y cuando cantemos o bailemos, "hay que hacerlo con emoción pues hijitas sino para qué ". Y en las actuaciones, los números artísticos del aula de la profesora María Piedad eran esperados con gran expectativa. El broche de oro, éramos, que artistazas, ah? Tal es así que mis compañeras surgieron una vez en el escenario con unas patillas de betún muy densas, guitarras en mano con sus capas negras con cintas de colores, medias negras en la cabeza recogiendo sus cabelleras y a voz en cuello: "Clavelitos, clavelitos yo te canto, clavelitos..." fue la mejor y mas varonil tuna estudiantil que he aplaudido. En otra actuación: sale Ivonny Rojas, una de sus artistas preferidas, con tremendos bigotes en un fonomímico de "Cara de Gitana" ganándose inmediata mente al público que la premió con aplausos a millar. Hemos bailado desde flamenco hasta un intenso jarabe tapatío .

A nadie se le ocurría números más espectaculares que a nuestra maestra, tan culta y creativa.

El tiempo pasó, esas niñas a las que dio instrucción, entre dictados, multiplicaciones, reglazos y danzas, pero siempre con disciplina y sabiduría; se esparcieron por el mundo y la vida. 

De lejos le saludábamos, por cada una de nosotras, ella sacaba pecho y con sus ojitos brillando, decía" fue mi alumna". 

No es tarde quizá, para seguir homenajeándola, sus ojazos, su sonrisa revitalizante se han apagado, pero Maria Piedad nunca morirá pues su semblanza queda vívida y muy dentro de todas quienes tuvimos el beneplácito de acompañarla mientras disertaba cómo pez en el agua, en su habitat: una aula de clase. 

A Ud. querida y admirada profesora toda nuestra gratitud y cariño.

 Señorita Mapy, la vemos partir entre lágrimas, tenga la certeza que sus enseñanzas fueron andamios para ser lo que hoy todas sus niñas, somos.

¡Revisión de corazones! ¡inolvidable maestra!, para que vea que allí, la guardamos con mucho cariño y gratitud.
🌷 Hasta siempre, señorita Mapy, fue Ud. la mejor.

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