Una remembranza al Guardia Civil Juan Chimbor Medina


Por: Ceci Paredes Gálvez 

Mi estimado amigo, don Juan Chimbor, encontré esta fotografía, y me dije voy a hacerle una notita.

Si hubo en aquellos años entre los setenta, ochenta, noventa; un policía que sirvió a su institución con honorabilidad, honradez, y decencia fue el Guardia Civil Juan Chimbor Medina.

Sé de su discurrir por comisarías de gran parte del país, desde Chirinos, Suyo, Puente Internacional en Piura, hasta La Victoria en Lima, pasando por Jequetepeque y Sayapullo, entre tantas.

Vaya qué momentazos!, cuando, alrededor de la mesa, tomando quizá un vinito o un macerado de su vitrina, bien almorzados todos, esperamos expectantes que se anime a contar alguna de sus narraciones, "A ver papá cuenta la del Mago Ahmed, o sobre el Magneto!!" le pedimos entusiasmados. 

Don Juan es muy serio, así que verlo reír, hacer una gracia o una broma es toda una aventura. Es particular que en su trato diario a sus hijos, nietos, sobrinos usa la terminología de la policía, cuando deniega algo, dice: "no procede" cuando te asiente algo dice"correcto" y hasta que la via virtual y los teléfonos invadieron nuestras vidas, él a sus hijos les escribía cartas a puño y letra o a máquina de escribir consignando minuciosamente cada parte de la carta como nos enseñaron en las aulas.

"Señorita: Tula Chimbor L." etc y cuando algún paisano era encargado de la misiva, añadía "fina cortesía de fulano de tal". Así como severo fue en su labor en la benemérita Guardia Civil, también tuvo que ser severo en su hogar. De hecho no fue nada fácil, enviudar a mediana edad y tener que criar cinco hijos pequeños.

Y sí, que lo hizo bien, conozco a sus muchachos y todos son buenos como el pan; tal vez no lo dijo mucho, pero es obvio que en su corazón grabado a fuego lleva la presencia de cada uno de ellos.

 Cuentan siempre que le molestaba en exceso cuando intentaban "coimearle" y con él no habían "vainas"; como esa ocasión, una noche en un baile social, los jóvenes ya entonados armaron una gresca, allí estaba su hijo mayor, Roger. Fue el primerito al que llevó al calabozo y no lo dejó salir hasta el otro día.

Me sonrío también al recordar cuando nosotras colegialas risueñas y enamoradizas; sobre todo, yo, una coloradita, chiquita y revoltosa, que desde los catorce creo, ya le había "echado ojo" al segundo de sus hijos, y a pesar de verlo pasar tan serio y circunspecto, uniformado, derechito caminaba, impertérrito, con mis amigas a coro, le gritábamos: "¡Suegrooo!" y él nos lanzaba una adusta mirada , de reprobación y si esperábamos algún asomo de sonrisa, nos equivocábamos. 

Me estrechó fuerte la mano y me miró recto a los ojos, cuando me recibió en su hogar; y a pesar del gran respeto que le tengo y con el que nos tratamos, podría decir que nos caímos muy simpáticos los dos, una gran simpatía mutua. Hemos charlado, reído y bailado mucho. Es una de las amistades que agradeceré a la vida; esta fotografía me gusta mucho: en el patio de su casa, tomando un poquito de sol y conversando. Su hijo dice que él no recuerda bien mi nombre, y mas que Cecilia me llama Basilia, yo se que no es así.

Me basta ver como se ilumina su rostro con una sonrisa al recibirme.

Como dice aquella canción, ahora ya camina lerdo, cuenta historias sin tiempo y va como perdonando el viento. Don Juan querido le profeso el mejor de los afectos y su amistad ha sido muy confortante para mí y con orgullo compartido con sus hijos, nietos y demás familia y amigos le decimos: ¡Es un buen tipo mi viejo! Grande J.Ch.

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