Fundación de Cajabamba



Sería aproximadamente las 4 de la tarde, cuando los 4 hombres que se dirigían a Huamachuco hicieron un alto. El calor era insoportable, tanto los jinetes como los caballos estaban completamente bañados de sudor. En el firmamento celeste un águila daba vueltas mirando hacia los extraños sujetos que nuevamente se desplazaban lentamente.

Hernando de Soto, era el nombre del capitán al mando de la expedición enviada por Francisco Pizarro, quien se encontraba en Cajamarca muy ocupado en convencer a Atahualpa para que le trajera todo metal precioso que pudieran conseguir.

- Creo que ya hemos avanzando bastante este día – dijo el capitán.
- ¡Ya no aguanto más!- dijo otro de los españoles – Bajemos en busca del río que divisamos desde la cima.

- De acuerdo – contestó el resto de los expedicionarios – es hora de buscar donde acampar.
El aborigen que lo acompañaba, bajó de la mula y con un machete, empezó a abrir camino entre los espesos matorrales que de trecho en trecho impedía avanzar hasta el río.

Estos extraños hombres de relucientes vestiduras, cabalgaban con cierto temor cuidándose de los indios que desde los cerros, donde tenían sus viviendas, los miraban recelosos sin saber si aquellos que pasaban eran hombres como ellos o estaban pegados junto al animal que los transportaba.

-¡Achichín! – Exclamaban algunos de miedo - ¿Quiénes serán? ¿Qué quieren por aquí? ¿Serán los hijos de Wiracocha que tenían que venir? – Toda esta sarta de preguntas se hacían entre ellos mismos, sin saber la respuesta satisfactoria, quedando siempre intrigados y temerosos.

Por fin llegaron a la orilla del río, cuyo lecho es una dilatada llanura. Cerca de la orilla, había 3 chozas, de indígenas que se dedicaban al pastoreo; pero no se veía a nadie. Se habían escondido.
- Acamparemos aquí. – Ordenó Hernando de Soto. Al momento descargaron sus provisiones, se sacaron la ropa y se metieron al riachuelo de aguas frescas y cristalinas que invitaban a darse un chapuzón.

Al rato, aparecieron algunos indígenas temerosos llevando algunos mates llenos de frutas, que con toda reverencia se les ofrecieron. El guía indio, después de expresar las gracias de los expedicionarios, preguntó:
-¿Cómo se llama este río?
- Cutiabamba. – Contestaron los indios.
- Dicen que es corriente en la llanura, o sea Cutibamba.

Los españoles repitieron varias veces Cuntibamba, Cuntibamba, como si ese nombre les hubiera caído en gracia. Entonces Hernando de Soto dijo:
- Lo llamaremos “Condebamba”. Y desde esa época se llamó así no sólo el río, sino casi toda la zona habitaba por los Lluchos.

Poco después determinada la conquistaba, más o menos por el año 1553, cinco religiosos agustinos de la “Orden de los Hermitaños” enviados por el Rey Carlos V, con la bendición y mandato del Papa Paulo III, llegaron a esta región. De estos cinco frailes sólo se conoce el nombre de tres de ellos: Fray Juan de San Pedro (Maestro Prior), Fray Juan del Canto y Fray Juan Ramírez (Los “Tres Juanes”), fundaron el pueblo de “San Nicolás de Tolentino de Cajabamba”. Donde ya existía desde mucho tiempo atrás un pueblo de indígenas; tal como narran las crónicas de las guerras de la conquista inca. Como inicio de su misión colonizadora, los frailes reorganizaron las “Huarangas” que eran pequeñas agrupaciones de personas, que se encontraban dispersas y que se reunían solamente con fines de trabajo.

Construyeron la capilla en la planicie de esta Caxabamba, que quiere decir “Pampa Helada”; otros dicen que significa “Pampa del Rayo”, y Julio C. Tello en uno de sus escritos menciona esta palabra diciendo que significa “Pampa o Llanura de Dios”; el hecho es que de esta palabra se derivó el actual nombre de Cajabamba.

La capilla levantada en ese tiempo se dedicó a San Nicolás de Tolentino quien hasta ahora es el Patrón del pueblo, aunque pocos se acuerdan de ello, pues poco después se propagó la devoción por la “Santísima Virgen del Rosario”, la que ocupó el puesto de patrona del pueblo. La parte donde primero se edificó la capilla es la planicie donde estaba el pueblo o aldea indígena y que se encuentra en la parte baja de la ciudad, en cuyo alrededor se encuentra actualmente el Cementerio Santa Ana.

Cuando los españoles empezaron a llegar y al verlo lo hermoso del paisaje de esta región decidieron asentarse también allí construyendo sus casas un poco más al este, cerca de las faldas del cerro Chochoconday cambiando el centro de la ciudad; como narra la leyenda que nos dice que desde Santa Ana donde se erigió la primera capilla, se cambió al lugar actual de la iglesia por la milagrosa aparición de la Virgen del Rosario.

En 1604 toda esta región quedó erigida en Vice Parroquia de Huamachuco, haciéndose cargo de la misión el sacerdote agustino Juan Cagiga, quien volvió a reorganizar las Huarangas o Ayllus, especie de pequeñas repúblicas que obedecía a un jefe indígena, conservándose hasta hace poco dos de estas huarangas: la de Llucho y Migma.

A partir del primero de enero de 1604 se conservan actas de cabildo en que constan los nombres de los alcaldes y regidores, lo cual significa que desde ese entonces Cajabamba constituyó un verdadero municipio.
Fuente: "Crónicas y Leyendas de Cajabamba". Carlos Quevedo.

3 comentarios:

  1. Felicitaciones, ya era hora de saber algo más de cajabamba.

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  2. no desaparescan la laguna de ponte autoridades ineptas que es lo unico que puede atraer turismo claro dandoles unos arreglos como la laguna de la huacachina de ica....hagan algo por ella ineptos...

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  3. Sobre la laguna el Sr. Urbina disque Ingeniero Agrónomo, ahora ya no hay agua, se secó, según el arregló. Amigo Administrador investigue sobre la laguna se secó que desgracia de los cajabambino, ahora a los agricultores nos dejó sin agua, por el otro lado nos está haciendo pelear por el agua, porque ahora los otros regantes dicen que nosotros tenemos agua. Atte. El Pontino.

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