La bateas de Fray Sebastián de la Cruz - Cajabamba

Como miembro de una familia humilde donde todos tenían que trabajar intensamente para sobrevivir Sebastián también puso su grano de arena ocupándose de pastar las ovejas que sus padres habían adquirido con esfuerzo y sacrificio y que constituían la riqueza de la familia. Consciente de su gran responsabilidad, cuidaba su rebaño con esmero y celo llevándolo a los lugares donde abundaba el paso natural, lejos de las tierras cultivadas para no causar daño alguno. Pero en la parte baja del caserío, en medio de un terreno pedregoso donde aún hoy existen piedras de caprichosas formas, encontró Sebastián el sitio ideal para sus animales. Fue allí que descubrió tres bloques pétreos ubicados en diferentes pero cercanos lugares, que se semejaban bateas destinadas a lavado de ropa y en las que el agua de la lluvia quedaba empozada dándole la oportunidad de utilizar esas aguas para dar de beber a sus ovinos. Aún permanecen allí las bateas o “mushKas” de diferentes tamaños, desafiando a los siglos, como mudos testigos de retozos infantiles del pastorcito de aquellos parajes. La Casa donde nació ya no exististe pero quedan sus “mushkas” . Los callashinos aprecian ese lugar y valoran las bateas que fueron tocadas por manos de un hombre santo que nació en su mismo suelo, mostrando con orgullo al forastero, las “bateas de Fray Sebastián”.

A pocos metros donde están las bateas en el barrio llamado de Fray Sebastián, al inicio del camino que conduce al Lulichuco hay una cruz de cemento de gran tamaño a donde acuden los viajeros para hacer sus peticiones. Pero como rezago de las antiguas “apachetas” incaicas, en las que se evocaban a espíritus protectores, de tras de la cruz hay un montón de piedras apiladas que han sido colocadas por los campesinos que imploran un viaje sin contratiempos. Las “apachetas” eran levantadas en épocas precolombinas con la ofrenda de piedras de cada caminante que atravesaba el lugar, ofrenda que garantiza un feliz y productivo viaje y un pronto retorno al seno familiar. Los primeros evangelizadores reemplazaron las “apachetas” con la cruz de cristo aprovechando la religiosidad natural que predisponía a los nativos a una más pronta recepción del evangelio.

Fuente: Violeta Cloe Angulo “Milagro en Callash