DE SERMÓN DE LA RUTINA
Yo no sé si andar con los ojos fijos o los pies sobre la tierra,
mirando el reloj o la extraña sombra del lagarto.
Yo no sé si mi sentido cardinal tiene anteojos para ver
si el mundo es redondo en mi taladro
o un camino lavado por el tiempo en mis zapatos.
Yo no sé si ocultar las venas de mi barro,
o las nubes de mi cuerpo entre los bosques.
-Las flores de los parques, el incógnito vuelo
de las golondrinas bajo las tardes
— Yo no sé si son de mi andar o de mis ojos
o de los recibos de luz y telefonía.
-Prendo la TV, una soga se extiende en el camino,
está en busca de mi cuello por blandir mi voz en el
torrente-
Yo no sé si cantar con los pájaros en los cerros
o alúmbrame con las luciérnagas de la noche.
El cocodrilo ha despertado de sus sueños
y su piel ya no eriza mis sentidos.
II
Cada nombre está en busca de su historia
o un poco de playa para sus adentros.
Cada boca de silencio o nudo de arroz en la garganta
busca su sonido del día, encender las manos del ocaso
para alargar su tiempo y sus mangas de camisa.
Cada pulso, cada pie con rostro de taxista y de candado
busca suelo entre las flores, una aguda carne
para el pan de la mañana y de la tarde.
Busca el aire de la noche, una farola para no angustiar
sus dientes y su estómago con algo de café
con algo de música que derrumbe las voces de la calle
las agujas y su tacto de seres derramados.
DE LA ATMOSFERA DE LA NOCHE
Desde acá mi punto
no es un punto que se expande,
es un punto que
regresa,
es un punto que se
encoge
entre sus lados,
se arruina y se
levanta
se rasca su espesura
Mi punto es algo de
otros puntos:
el ir y venir, en
longitud,
entre una calle
que va hacia su
cuerpo,
hacia sus ojos simples,
mordidos por el tiempo.
Mi punto no recae ni
agoniza,
se enrenda en el
ocaso,
en su guitarra
circular,
mientras despejan o
llueve
en mis honduras su
horizonte.
II
Si el día pesa, si la noche pesa
cómo hacer mi casa,
para sostener su gravedad y sus resfríos,
sus sosegados cuerpos
sobre mi cabeza.
Cómo airar sus
parques y plazuelas,
sus hundidos brazos
en las calles
con sus nudos y
pesares.
Cómo cargar su tiempo
entre mis manos,
sus incógnitas de
sal,
sus risas de campo y
de vinagre,
sus máscaras de insomnio
en mis paredes.
Cómo ver mi cuerpo en otro cuerpo
con sus medias de cemento,
con su cáscara de angustia
y de fruta su sombrero.
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