La poesía inédita de Milton Ruiz Mora



DE SERMÓN DE LA RUTINA

Yo no sé si andar con los ojos fijos o los pies sobre la tierra,

mirando el reloj o la extraña sombra del lagarto.

Yo no sé si mi sentido cardinal tiene anteojos para ver

si el mundo es redondo en mi taladro

o un camino lavado por el tiempo en mis zapatos.

Yo no sé si ocultar las venas de mi barro,

o las nubes de mi cuerpo entre los bosques.

-Las flores de los parques, el incógnito vuelo

de las golondrinas bajo las tardes

— Yo no sé si son de mi andar o de mis ojos

o de los recibos de luz y telefonía.

-Prendo la TV, una soga se extiende en el camino,

está en busca de mi cuello por blandir mi voz en el torrente-

Yo no sé si cantar con los pájaros en los cerros

o alúmbrame con las luciérnagas de la noche.

El cocodrilo ha despertado de sus sueños

y su piel ya no eriza mis sentidos.

II

Cada nombre está en busca de su historia

o un poco de playa para sus adentros.

Cada boca de silencio o nudo de arroz en la garganta

busca su sonido del día, encender las manos del ocaso

para alargar su tiempo y sus mangas de camisa.

Cada pulso, cada pie con rostro de taxista y de candado

busca suelo entre las flores, una aguda carne

para el pan de la mañana y de la tarde.

Busca el aire de la noche, una farola para no angustiar

sus dientes y su estómago con algo de café

con algo de música que derrumbe las voces de la calle

las agujas y su tacto de seres derramados.


DE LA ATMOSFERA DE LA NOCHE

Desde acá mi punto

no es un punto que se expande,

es un punto que regresa,

es un punto que se encoge

entre sus lados,

se arruina y se levanta

se rasca su espesura

Mi punto es algo de otros puntos:

el ir y venir, en longitud,

entre una calle

que va hacia su cuerpo,

hacia sus ojos simples,

mordidos por el tiempo.

Mi punto no recae ni agoniza,

se enrenda en el ocaso,

en su guitarra circular,

mientras despejan o llueve

en mis honduras su horizonte.

II

Si el día pesa, si la noche pesa

cómo hacer mi casa,

para sostener su gravedad y sus resfríos,

sus sosegados cuerpos sobre mi cabeza.

Cómo airar sus parques y plazuelas,

sus hundidos brazos en las calles

con sus nudos y pesares.

Cómo cargar su tiempo entre mis manos,

sus incógnitas de sal,

sus risas de campo y de vinagre,

sus máscaras de insomnio

en mis paredes.

Cómo ver mi cuerpo en otro cuerpo

con sus medias de cemento,

con su cáscara de angustia

y de fruta su sombrero.

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